sábado, 31 de diciembre de 2022

¿Qué hay de viejo, nuevo? Qué ha sido de 2022 y qué espero de 2023.

Hace tiempo que no escribo por aquí y yo creo que algo tenía que haceros saber. Porque 2022 ha sido un gran año. Uno como no he tenido desde hace mucho, mucho tiempo. Rompió una maldición personal, un círculo vicioso del que no era capaz de salir, y ha significado para mí un cambio importante en mi vida.

Os hablo de trabajo. ¿Qué, si no? La piedra angular de las posibilidades. Y uno que me hace sentir verdaderamente afortunado. Todo empezó en marzo...

Finalmente, el ciclo formativo de ASIR (Administrador de Sistemas...) llegó a su fin. Comenzado nada más salir de uno de los peores batacazos de mi vida (una ruptura de la que, aún a día de hoy, no me siento recuperado del todo), y luego de tres años de puro desgaste, con pandemia incluida, dan para llorar a gusto. Y por fin: las prácticas de empresa. Para mí fue el principal aliciente. Conseguir un primer empleo tiene telita, si estamos hablando de un campo profesional concreto, en el que eres un puro piltrafa sin experiencia que acaba de llegar. Si buscas ofertas al uso, piden experiencia (y bien sobrados van a la hora de pedirla). Si buscas de otra cosa, echas por tierra todo el esfuerzo que dedicaste a la formación. La edad tampoco ayuda, a cada año que pasa necesitas una mejor coartada en ese método tan justo y tan fiable que es la entrevista. Pero en fin, la forma de entrar, siempre que no tengas enchufe mágico, es haciendo prácticas.

Y meter el pie es lo más duro e importante. El concepto de: estoy dentro; me dedico a esto; hago carrera. Más tarde, según pienso, ya es otra historia: la madeja de la experiencia se va haciendo gorda con los años y si no entras aquí, entras allí. Y cero dramas. Ya lejos quedó la época modecare (mozo-dependiente-cajero-reponedor) y más empleos de mosquita muerta. No porque sean en absoluto trabajos indignos, sino por su naturaleza de mosquitas primerizas veinteañeras.

Cuando me quedé en la empresa, el primer sorprendido fui yo. SysAdmin Junior. O eso pone en mi tarjeta.

Para alguien que acaba de llegar, no ya a la empresa sino al campo profesional, yo tenía un infierno montado en mi cabeza. Que las preguntas sobre el pasado lo harían muy difícil y serían frecuentes, pero, de nuevo, ¡sorpresa! Nadie indagó demasiado. Sólo alguna preguntilla perdida.
Imaginé que cualquier error se pagaba caro; igual sí, si tienes muy mala suerte. Pero hay muchas oportunidades de hacerse valer, con un amplio margen de error. Yo en parte estoy tranquilo porque trabajo junto a buenas personas que, si hablan sobre la "torpeza" de otro, no es más que como una anécdota.

Y sin embargo, el impostor. Siempre el síndrome del impostor. No alcanzar el ideal que imaginaste. El sentimiento de incomodidad aunque el entorno y sus agentes te digan lo contrario.

Las nieblas de "guerrero exiliado" e incapacitado a lo Berserk, dan paso a la carrera laboral, sus madrugones, papeleos y rendimientos. Sus alegrías y decepciones. ¿Y en qué ha cambiado mi vida en semejante metamorfosis? Pues en todo y nada a la vez.
Es todo un nuevo episodio, es un progreso y crecimiento abismal en lo personal y profesional. Más teniendo en cuenta de dónde vengo. Pero en esencia sigo haciendo las mismas cosas, creyendo las mismas cosas, pensando las mismas cosas. Arrastrando los mismos problemas, también. Hay mucho menos tiempo, sí. Lo pude notar en mi bajón de horas jugando... ¡y dibujando! Pero a diferencia de cómo me mentalizaba el horario antes de trabajar, la merma del tiempo no es lo peor, sino la pérdida de las ganas.
A la vuelta, el cuerpo te pide ocio. Y allá que van esas cuatro horas de vida restantes en el día. Pero si quieres terminar esa nueva página del cómic pendiente, debes sentarte a dibujarla; algo no tan gratificante. La vida de la gran mayoría de personas que conozco acaba oscilando entre trabajo y ocio; poca, muy poca gente preocupada de crear nada más allá de eso. Yo no los voy a culpar: cuesta. Un. huevo.

Pero pasemos a hablar del arte, y es que esta rama ha sido claramente afectada. Sin carta blanca en el horario, donde normalmente disponía de mañanas enteras (y tardes en parte), se vuelve difícil terminar cualquier cosa. Siempre he sido un perfeccionista de aúpa, pero la verdad es que me gestiono mal no, lo siguiente. Dibujo a cuentagotas, con elementos que me distraen, o técnicas que no funcionan o no rinden lo que cuestan en la obra final. Y definitivamente, éste es uno de los puntos que quiero mejorar de cara al año siguiente. Nada de mejorar anatomía, o perspectiva, o algo en concreto. Simplemente el rendimiento; ya llegará lo demás.

Mi resumen artístico de 2022. Nótese el bajón durante el verano, meses que fueron particularmente duros; sobre todo en la ausencia de fondo.

Así que, sin más enrollarme, dejo mis objetivos claros del año:
  • Mejorar el rendimiento en mi arte. Si me siento a dibujar es a dibujar.
  • Trabajar las relaciones sociales. Esto es más difícil de lo que parece, ya de por sí me he acomodado a una vida solitaria.
  • Perder peso. Un clásico. Pero no lo digo por decir: desde la pandemia perdí una gran figura y no me gusta. Creo que la alimentación es lo que me falla.
  • Conseguir de una vez por todas, dejar la cachimba como hábito. Es un pozo de gastos (en dinero y salud) y últimamente me sienta más mal que bien.
¿Cuáles son vuestros objetivos de este año?

¡Nos vemos en 2023!